miguel angel montilla

El muro de los salesianos.

Hay lugares cuya arquitectura invita a jugar más que un parque. Lo diseñado para el juego infantil a veces choca con el imaginario que de por si tiene el mobiliario urbano, las escaleras de piedra que suben al castillo o un pasadizo estrecho.

El muro de los salesianos tenía ese encanto, uno podía correr por encima de él. Jugar al escondite, voltearlo, esconderse para fumar un primer cigarillo. Dar un beso furtivo a tu primera novia. Contar o que te contaran lo que nos sabias, por que nadie te contó por pudor.

Esta tarde al pasar por ahí se me agolparon viejos sentimientos, de hace más de 20 años. 

La ciudad nos hace y nos deshace.

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