Hace 35 años no todas la familias tenían «máquina de arretratar». Por eso en las fiestas se contrataba a un fotógrafo. Mis ancestros querían inmortalizar los felices que habíamos sido.
Se llama Palermo y cojea de una pierna (nunca supimos porqué).
Iba a la fiesta y era famoso por encuadrar las fotos mejor que nadie. Ahora, eso sí, hasta que todo el mundo no estaba bien colocado no disparaba el flash. Recuerdo eternidades haciendo la estatua, porque uno habia levantado la mano, otro cerrado los ojos, otro bostezado, el niño pequeño que no andava quieto.
Las fotos las entregaba a los tres meses, en blanco y negro, se pagaba la mitad por adelantado y cuando abrías el sobre, descubrías que el pasado se podía atrapar en un instante y que el recuerdo se materializaba por los siglos de los siglos gracias a su arte.
Ayer me crucé con Palermo, iba en un Sinca mil.
La era digital me ha jubilado, soy un objeto de museo. (olía a incienso). Ahora fotografio a beatos rezando a su santo.
Lo he contratado para retratarme en cueros rezándole a San Pancracio.
Ha aceptado.(la minuta son 2000 de las antiguas pesetas)
ME estoy quitando la ropa en la catedral, quiero despojarme de todos mis pecados e inmortalizarme.