En el año 87 en el instituto donde estudiaba para contable un grupo de profesores decidieron crear un grupo de teatro.
Este hecho en apariencia nada trascendente marcó para mí lo que iba a ser mi futuro.
El teatro me ha dado el coraje para abandonar una vida frente a una pantalla de ordenador y tratar de entenderme en mis adentros para de paso tratar de entender el mundo que me rodea.
Sigo sin entenderlo.
Cada mañana me levanto pensando en alguna idea nueva que pueda llevar a cabo sobre, debajo o a través de cualquier escenario.
Ahora mismo me vino a la cabeza una.
Se trata de micro-actuaciones en empresas.
Estoy seguro que los oficinistas de cualquier empresa agradecerían que alguien en la hora de su café o de su almuerzo fueran a hacer micro-shows en los que pudieran emocionarse y darle color al ambiente, que cargara de esperanza su jornada y cambiara por un momento el funcionamiento de los hemisferios del cerebro.
Las palabras entrarían como suaves bálsamos a una rutina incesante de números, balances y cuentas corrientes.
La profesión de comediante, implica el chamanismo de la palabra, el encantamiento de los imaginarios, la poesía de lo invisible, el halo de lo intangible, la certeza de lo improbable, el desafío del otro lado de la realidad, el viaje a la locura, el candor de una palabras en forma de beso, la dulzura de unos versos suspirados, la caricia de un triste movimiento de desplome al suelo, de un guiño a la muerte que siempre anda acechante , pisando talones, ocultándose en espejos demasiado transparentes…
En esta noche en que mi amada se fue a la feria de «los amantes de Teruel» y que la soledad de las sábanas me recuerda su olor, no me queda más remedio que confesar que el día en que en aquel instituto politécnico me subí por primera vez a un escenario cambiaron los resortes de mi existencia y burlé a «la parca», pues cada dia que pasa es un dia nuevo cargado de propuestas imposibles, infinitas y llenas significado, para mi alma que es errante por naturaleza, que anhela profundamente levantar el vuelo porque entiende que es ley natural que agua estancada pudre.
y cuando me pille el de la guadaña le diré que por fortuna «he vivido», que me lleve tranquilo al hades, montaré en la barca de Caronte adormecido por un sueño que he vivido sin más camino que el que me dieron «las leyes del destino».
Dedicado a todos aquellos que hacen posible que el arte teatral no muera.