Durante una temporada trabajé con mi tio Rafael en el campo.
Plantabamos cebollino, cogíamos guijas, escardavamos la tierra, sarmentábamos, ect,.
Recuerdo los ojos brillantes de mi tío Rafael viendo crecer las matas de habas.
Observando como caía el agua del cielo y regaba sus creaciones botánicas.
El entusiasmo le impregnaba, la motivación le invadía, el espíritu de emprendimiento le alumbraba cada día.
No necesitaba de Coach, la propia tierra y su ritmo le marcaban sus acciones, que eran emprendidas con cariño, con respeto, con alegría, con humildad y con fuerza.
Da la impresión que hemos perdido ese ritmo natural, que hacía que las «cosas» su fueran haciendo, sin tanta ansiedad, sin tanta fijación de objetivos, sin tanta teoría americana sobre lo que es el éxito.
Mi tío Rafael cada dia triunfaba entre sus viñas al ver los racimos de uva cuajarse entre los pámpanos en atardeceres de septiembre.
En estos tiempos, hay una fiebre de «superación personal» que parece lo impregna todo.
Mi tio se superaba a si mismo cada día, sin que nadie tuviera que decírselo,
sin ningún libro de autoayuda,
sin presiones externas,
simple y sencillamente por el placer de criar bien las plantas.
Me planteo
en estos días respirar
otros aires
buscar otros horizontes
y sobre todo que el motor de mis días
sea el
amor por lo que hago
independientemente
de los resultados.
AMen.