Virginia Imaz https://www.facebook.com/virginia.imazquijera?fref=ts me invitó a contar por sus tierras. Alojado en su propia casa uno llega a creer que puede aparecer Heidi en cualquier momento, lo idílico del lugar se complementa con un anfitrión llamado Carmelo que te hace sentir «mejor que en tu propia casa». A esa manera de ser le llama mi abuelo «gente grande».
La experiencia de narrar en el País Vasco fue genuina.
Primero en la escuela de Antzuola sentí el compromiso de unos profesores que «aman lo que hacen», que eligieron ser maestros por «vocación» y eso se palpa en el ambiente, pues los niños son «verdaderos escuchantes», se nota que les han alentado al conocimiento como fuente inspiradora y placentera, más que como un deber aplicado con resignación y dolor. Asun, la directora me decía que llevan 30 años creando este proyecto de escuela «activa» y confiesa aprender cada día de los propios niños. «No nos importa quedarnos después de clase hablando un par de horas de algún alumno que lo necesita»… Ante tal apertura de espíritu contar allí fue un «inmenso placer», sentía que mis cuentos iban volando de corazón a corazón como mariposa que sabe de su efímera existencia y desea regalar «belleza» y si es posible calar en la memoria poética de cada infante.
Después fuí a contar a la Biblioteca de Irun, (sesión para adultos), la sala se llenó de un público fiel al hecho de escuchar historias, llevan programando narradores orales desde hace 15 años y sin duda se notaba que era un público avezado, conocedor de muchas historias y anhelante de escuchar.
Me encanto, me encuenté…
Por último conté en la casa de la Cultura de Ierreta y volví a sentir la atención de un público que «ama» las palabras y sus combinaciones para hilar cuentos que llevan ocultos secretos de la memoria de los tiempos…
He sentido en esta gira que cada historia que cuento es una semilla que siembras en el alma de el «escuchante» y que esa semilla puede pasar años en «letargo» pero que cuando germina brota belleza, brota esperanza y alienta al que la porta a creer que cada ser humano tiene la responsabilidad de hacer hermosa su existencia en este planeta para de esta forma también hacer hermosa la de los que están a tu vera.
Mi hijo de 9 años que me acompaño con Rosana en estás andanzas de narrador, me dijo cuando volvíamos para casa.
-!Papa, si te crees el cuento, el cuento te cree a tí!.
Que así sea…