Presencié a los juglares del Lute en uno de sus ejercicios de trasgresión, astracanada, ñaque provocador, libertad creativa y descaro vital que sólo producen aquellos que entendieron que la vida es mortal y por tanto epicúrea…
Esta compañía que nace bajo la consigna de “vamos a pasarlo en grande”, cumple la expectativas de sus miembros y nos contagia con su divertimento en una suerte de “katarsis colectiva” que no está exenta de reflexiones filosóficas profundas, más no se ponen mayúsculos a la hora de abordar la “sin razón” de nuestro orden social sino que deambulan en el territorio de la comedia destapando las miserias y grandezas de un mundo que se ha construido con los pilares de la falsedad y la mentira.
Como buenos juglares-bufones dinamitan las creencias establecidas y hacen tambalear el frágil suelo de la realidad compartida riéndose sobre el esfuerzo que realizamos los humanos por mantener las apariencias.
Decía Valle Inclán que al salir de casa siempre ponía mollas de pan en su pechera para que todo el mundo supiera que había comido, aunque no hubiera probado bocado.
Esta compañía de cómicos con un presupuesto que sólo concibe la ilusión como aliado son capaces de conmover, emocionar, hacernos reflexionar y convertir su obra en un coctel de alegrías creativas y como única arma exponen su creencia en la vida como fuente de inspiración.
Teatro vivo es aquel que cuando uno lo contempla remueve tus vísceras y te hace plantearte que ya va siendo hora de quitarte la máscara. Aquella que nos pusimos un día para defendernos del mundo y que en realidad lo único que nos hace es ser cómplices de su destrucción.
Gracias juglares por ponerme un espejo en el que mirarme.