Crecí en la calle Beatas Medina, cerca del Castillo.
En nuestro barrio había fronteras invisibles. Una la marcaban “los gitanos”, otra “los de la puerta Almansa”.
En el barrio había una hermandad consensuada. Los mayores eran idealizados por la bola que tenían en su antebrazo. Nos defendían de posibles invasores.
Todos jugamos juntos.
Los pequeños eran de azúcar, podían jugar saltándose algunas reglas.
Uno pertenecía a un clan que te arropaba, te quería y te respetaba.
Una tarde de verano en expedición temeraria franqueamos las almenas del castillo por una de esas grietas que el tiempo concede a los monumentos antes de que los restauradores tapen la huella de lo inevitable.
Cuando entré en las habitaciones sentí escalofríos por todo el cuerpo y aquella noche soñé con guerras sanguinarias cuya única intención era la conquista, el poder, la victoria.
Tardé años a volver a visitarlo porque en mi memoria se asociaba la oscuridad de un fortín asediado por el ego que capitaneaba una orda de mercenarios.
Muchos años más tarde, pude trabajar artísticamente entre sus muros y sentí que sanaba mi relación con el lugar aportando la luz de la poesía que salió en la creación del evento.
El círculo del miedo se cerró dentro de mi ser
Habitar un monumento artísticamente es una terapia para la memoria del mismo.
Limpia las energías del lugar, da sentido a su existencia actual y alienta a las generaciones futuras a comprender y no repetir nuestro pasado sanguinario.
La experiencia me hizo despertar en realidades que no conocía.
Poner arte a un monumento tan cargado de dolor, de muerte, de asalto, de motín , de revolución, es un gran reto en el que tienes que protegerte en todos los sentidos para que no termines sufriendo en tus carnes lo que vivieron los espíritus que allí siguen anidando, como almas en pena que no han alcanzado la luz.
Estoy profundamente agradecido a la vida por ponerme experiencia difíciles, porque entiendo que son pruebas necesarias de conocimiento y aprendizaje
Me voy a una reunión para seguir “llevando arte al patrimonio monumental”.
Eso si protegido contra los malos espíritus.