miguel angel montilla

queridos reyes magos

Esta tarde actúe en una pedanía cercana a mi pueblo. Me hice pasar por paje real. No me creyerón. Conté un cuento sobre el viaje de los reyes, el largo viaje que tenían que hacer cada año para traer caprichos. Hablé de las necesidades irreales, de que los deseos sinceros nacen del corazón no se compran con dinero.
Al rato de estar diciendo estás cosas el que me contrató se empezó a mover del asiento.
Seguí me discurso incitando a los niños a que este año no aceptarán los juguetes y se los enviarán a aquellos que jamás recibieron uno.
Los niños empezaron a abuchearme, ellos esperaban que les contará la vieja historia que el corte inglés se sabé de memoria. Todas esas palabras inventadas que a fuerza de pronuniciarlas han perdido su sentido.
Puse una canción de supertramp y me pusé a bailar como un poseso. Oí al que me contrató que no siguiera diciendo tonterias o no cobraría.
Me disfracé de papa noel, y conté la verdadera historia, pues eso, que coca-cola en los años 30 me inventó para vender agua gasificada.
Que no,
despertad
los reyes existen en vuestro corazón,
los regalos son una trampa que
expolia los recursos del mundo.
El verdadero regalo que un padre le puede hacer a un hijo es compartir su tiempo. Responderle al chute de una pelota, correr con el como una cabra por el monte, discutirse, abrazarse, echar unas risas y unas lágrimas.

Me cortaron la corriente eléctrica, y 13 personas no abandonaron el local, seguí la función con velas. Canté la canción de cuna que me cantaba mi abuela, los versos que escuchaba alciego de la esquina del viejo barrio y luego calle, me fuí. Alguien me beso mientras quemaba el traje de Santa Clous.
Eche andar y entre las viñas descubrí en lo alto la estrella polar, la sigo por toda la noche de reyes con la esperanza de reecontrarme con mi hijo manuel que apenas tiene una quincena de vida y al que los reyes magos le han traido una teta llena de leche amorosa.

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